Soy la invitada perfecta. Y lo digo golpeándome el pecho y dándome palmaditas en la espalda. A mí si me invitan a algo, lo doy todo. Cuando hablo de ese algo me refiero a las bodas. Después de haberme casado, aunque ya lo hacía antes de que me pusieran el ring on it, me tomaba las bodas como si fuera un rito ceremonial. La gente discute en Twitter que se ha ahorrado dinero por ir a bodas y yo ando triste porque no puedo ir a la que tengo este fin de semana. La gente presume de ahorrarse dinero y yo estoy de bajón por perderme la experiencia.
Una seguidora me ha dado las gracias por el podcast que grabé recién llegada de mi Luna de Miel -ese tono bronceado de Maldivas lo revela- y en el que recordaba que en las bodas hay que hacer un ejercicio de introspección. The eyes, chico. They never lie. Pues eso. Me parece estúpido quien señala las bodas como una manera de enriquecerse -spoiler, no es verdad- y quien va a regañadientes porque se tiene que poner la corbata.
No vais a estar más guapos que en una boda con un traje bien vestido -por Dios, mirad cómo vestía Don Draper. O fijaros en los lookbooks de Drake’s- ni vas a salir de fiesta de una manera tan cómoda. Te recoge el autobús en la iglesia y te deja después. Barra libre y musicote. Con suerte, yo casi siempre he podido ir después caminando a casa. A una boda se va a ponerse uno guapo, a llorar, a celebrar el amor, a ver a los amigos, a comer bien, a darle las gracias a los novios y a bailar. ¿A quién no le gusta este plan?
El sábado pasado le mandé a la novia la canción de Camilo, La Boda, con el siguiente mensaje: “aquí, ambientándonos”. Pues claro que sí, se casan dos personas y yo me puse a bailar en el salón mientras se calentaba la plancha. Me puse un turbante porque aquí se viene a darlo todo -Sira Quiroga meets Isabel Duncan y una chispa de la maharaní de Jaipur- y me subí a los tacones de mi preboda. Me emocioné con el discurso del novio -ser, estar, parecer-, me bebí unos cuantos vinos, hice fotos a los invitados y lo di todo en la pista de baile. A una boda no se va a ser un mueble, se va a ser el alma de la fiesta.
Quien dice que no le gustan las bodas debe ser un amargado. Cuando me preguntan por la invitada perfecta a nivel moda me sale humo por las orejas y se me quema el tocado… Porque me parece un término horripilante. Me encanta mezclar algo vintage, plantarme un kimono, colocarme un turbante. Ir incluso de Zara. Pero si me preguntan por la invitada perfecta, a secas…
Te diré que es esa que va con objetivo disfrutón. La que se seca el ojo en la ceremonia aunque no conozca a los novios de nada. La que sonríe cuando se cruza a una invitada en el baño. La que dice que la madre de la novia va ideal -pero siempre de manera sincera-, la que hace fotos y videos de recuerdo, la que prueba todo el cóctel -que los novios habrán seleccionado con cariño-, la que grita “¡viva los novios!” bien fuerte con la copa de champagne en la mano y la que le pide canciones al DJ para que el ritmo no pare, no pare, no… Que cantaba Patricia Manterola. La que le pregunta a la novia qué quiere beber, la que saca a bailar a quien sea y la que llega a casa con ganas de más. O de menos, porque lo ha dado todo. Mi próxima boda es el 31 de mayo. Ya estoy contando los días.
Audrey Hepburn, vestida de Givenchy, en Sabrina.
Para que hables en el próximo Guateque…
El libro: Tuve la suerte de estar en la presentación del último libro de María Dueñas, Por si un día volvemos. Un coloquio con Javier Aznar me hizo imaginarme ahí arriba, presentando un libro mío algún día. Sueños a parte, ya voy por la mitad del libro y empecé anoche. Empezaremos porque me llamen para presentar primero libros ajenos.
La película: El domingo vi Los dos papas. Solo por la escena de Anthony Hopkins y Jonathan Pryce comiendo pizza y Fanta de naranja merece la pena. Bromas a parte, me gustó mucho cómo se ensalza la figura de Jorge Bergoglio.
La newsletter: El sábado me puse turbante pero ese turbante tiene otra historia que te cuento aquí.
Por cierto, si te gustan mis asesorías de invitadas, te recuerdo que he lanzado una tienda online con todos mis servicios. También podemos hablar de la invitada perfecta que comento aquí.
Hola Paloma!! Otra amante de las bodas (y futura novia) por aquí! Me ha encantado ❤️
¡Amo las bodas!
Y la gente se sorprende cuando lo digo porque yo ni me he casado, pero con cada persona que se casa lo celebro como si fuera la mía. Este año tengo 3, algunos ni siquiera son “de mi parte”; pues me muero igualmente por ver el lugar, la decoración, la música, los modelitos de novios e invitados, los discursos de amigos y familiares que no conozco de nada, escuchar las canciones favoritas de los novios… en fin, que es como un día de desconexión, de ensalzamiento del amor, la amistad, la familia. No hay nada más bonito. También contando los días para la siguiente.
P.D.: Adoro cómo escribe María Dueñas y estoy segura de que me encantará leerte (como ya hacemos) también en ese libro tuyo.