Han sido días muy intensos. Parece que fue en otra vida cuando me fui a Dubái o cuando fui jurado en la fashion week madrileña. El lunes estaba presente en una mesa redonda en la que hablaban de Madrid y de su potencial cultural -había representantes de la SGAE, del Museo Thyssen, del Ayuntamiento de Madrid-, y el martes iba a una pequeña fiesta en el Museo Chicote. Como en la serie de Arde Madrid, de Paco León, sentía que Ava Gardner, Frank Sinatra, Lola Flores o Audrey Hepburn iban a aparecer en cualquier momento. Era la presentación de un perfume y había que acudir con un detalle que nos hiciera viajar a los 60. Yo decidí comprarme en Amazon un turbante inspirado en una colección del año 62 de Saint Laurent. Se lo acabó llevando Andrea Levy a casa. Estaba estupenda.
Me sentí también Sira Quiroga que, reconvertida en Arish Agoriuq, acudía en su papel de espía con un turbante a las fiestas que se celebraba en Madrid cuando en otros lugares se vivía una Guerra Mundial. Y pongo lo radio, y dicen que entraremos en una tercera. Apago la radio y subo la música. Cambio de emisora. Prefiero ponerme a bailar. El tiempo pasa rápido y a veces siento que la vida va lenta o que todo es un déjà vu, que esto ya lo he vivido. La sensación de crisis constante lleva en mi cabeza más de diez años.
Por eso me refugio en esos eventos de la semana, como la preciosa comida entre mimosas que disfruté el otro día en el Mandarin Oriental Ritz -al que llega Sira Quiroga con un precioso turbante blanco- o una pequeña fiesta en un clandestino de Chez Madrid, en el que disfrutamos de cócteles, blinis de salmón, croissants de langosta y un grupo de jazz en directo. Menos mal que no me puse mi turbante porque la estética general era más futurista que vintage. Me siento una señora entre tanto moderno.
Hay muchas cosas que no entiendo. Como que Demi Moore no haya ganado el Oscar -ayer vimos La Sustancia y esta mañana, al meterme en Google he pensado: ¿¡cómo es posible?!-, o que yo no esté hasta arriba de trabajo después de ser jurado en la fashion week. Por poner algunos ejemplos. Pero tampoco entiendo por qué no vamos con sombreros y turbantes, con lo bien que nos quedaban en los 30, 40 y 50, y tampoco comprendo cómo es posible que se hable de lo que se hable en la radio. El mundo está loco. El martes le dije a mi amiga Cristina que ponerme un turbante el otro día solo me trajo cosas positivas, entre ellas, algún piropo -¡qué chica más interesante! me comentaron-, quizá un pequeño cambio en la vestimenta puede traer muchas cosas buenas. ¿Por qué no ponemos de moda los turbantes? Quizá también el mundo va un poco mejor.
Grace Kelly con turbante, en junio de 1962.
Para que hables en el próximo Guateque…
La película: Para mí el film que merecía ganar era Cónclave, te animo a verla. Y no disfruté demasiado de La Sustancia, pero la fotografía y la actuación de Demi Moore eran brutales. Ese juego entre los tonos fríos y cálidos me encantó.
El clandestino: El nuevo bar-coctelería de Chez Madrid que ha abierto sus puertas se llama El Anfitrión. Y el otro día tuve el placer de asistir a su le grand debut.
El perfume: Inspirado en el club Orphéon en París, al que iban los fundadores de Diptyque en los años 60, el Museo Chicote de Gran Vía nos trasladó a aquellos tiempos del Boulevard Saint-Germain. Mr.A ya me lo ha robado y lo lleva utilizando todo el fin de semana.
Por cierto, si te gustan mis asesorías de invitadas, he lanzado una tienda online con todos mis servicios. Te animaría a ponerte turbante seguro, pero te diría cuál es la mejor manera de hacerlo.
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Pues es tu turno de poner los turbantes de moda 🫶🏻!!! Conclave, wow, que película!