Suelo pasar sola muchas horas del día. La vida freelance es solitaria. Pero no os creáis que vivo rodeada de tazas de café y que desde mi ventana se ven los tejados de Madrid. Vivo en una zona privilegiada, pero mi única compañía es una misma -además de mis tristes plantas- y mis vistas son buenas si sales a la terraza y te sientas en diagonal. Pero quien me conoce sabe que se me da bien romantizar mi vida… aunque la verdad, hay días que echo de menos cruzarme con alguien en la máquina de café. Mi cafetera italiana tiene para dos tazas pero nunca hay nadie que se tome la otra.
Noto que paso mucho tiempo sola porque a pesar de ser introvertida, me descubro hablando sin parar cuando estamos en grupo. Cuando sale un tema del que piloto, sale la locutora de radio que llevo dentro y que necesita llenar los silencios -¿o será por la necesidad de escucharme?-. Por suerte noto que hay atención por parte de los demás, y no hay nada que me sugiera que alguien quiere echarme la copa por la cabeza para que me calle.
Y hablando de copas. Los Aperol, rosados, gin tonics, cervezas, zumos de tomate, batidos de chocolate… Siempre saben mejor acompañado. Es una realidad. Pero que aporte quien esté al otro lado, si no, copa a la cara. Tempus fugit.
Estos días he estado en Italia y todo es mejor en grupo. Las canciones suenan mejor si alguien te hace los coros, y yo, que no desayuno, disfruto tomándome mi caffè latte mientras hablamos de política o de lo que ocurre en el mundo si están mis amigas alrededor. A poder ser en una mesa del pueblecito de Bassano o en alguna terraza de Bolonia.
Me dan envidia esas sobremesas que veo en Instagram. Comidas de hombres -sobre todo periodistas y escritores- que se juntan a hablar -vete tú a saber de qué- y se beben botellas de vino exquisitas mientras no dejan de charlar. Ojalá estar en una de esas mesas algún día. Quizá necesito ampliar mi círculo de amigos.
A pesar de que cuando voy a hacer deporte me gusta pensar en mis cosas, lo que me hace ir es sentirme en grupo y arropada. Al ser humano le gusta formar parte de algo. El sentido de pertenencia es una necesidad humana básica.
El sentido de pertenencia es una necesidad humana básica.
Vengo nostálgica de Italia -se nota, ¿no?-, pensando que yo en realidad soy la bohemia que describía arriba y que tengo un vacío existencial, pero ayer mi amigo Charlie me acompañó a un evento y todo se veía mejor bebiendo limoncello spritz y compartiendo nuestras penas.
La tarde-noche del sábado en Parma fue divertida por la compañía. Comenzamos con un aperitivo con vistas al battistero y comenzó a llover sin parar. Nos hicimos amigas de los camareros, de los árabes de la mesa de al lado, y de nuestra nueva amiga italiana -que había pasado un año en Madrid- y que -suponemos- estaba de cita con un chico surcoreano. Yo acabé hablando con él -e invadiendo su espacio vital, ahí mi alma mediterránea, metiéndole el móvil en el ojo- de Celine Song y de Vidas pasadas pero este joven chef, que andaba en Parma por estudios, no sabía de qué le hablaba. Le dije que no dejara de verla pero estaba tan abrumado que no sé si me escuchó. Nos mojamos, nos reímos y brindamos todos con un licor de hierbas por las nuevas amistades. El camarero nos invitó a una tortellata pero teníamos cena en Trattoria Corrieri y conseguimos llegar a la reserva. Con los pies mojados pero con el corazón contento.
Una tortellata, nos explicó nuestra nuova amica, es el concepto que se utiliza para comer todos juntos pasta, sobre todo tortelli. Y esa era la idea viendo que no podíamos salir de ese bar -el Magnolia Café- y que se había formado una pequeña fiesta de amigos. Como si de un capítulo de Sexo en Nueva York se tratara -ahí la inspiración del nombre del local-, nos reímos las cuatro, cenamos y continuamos la noche en la Piazza Garibaldi. Yo no dejé de pensar en ese concepto del que sigo reflexionando ahora… Que todo es mejor en buena compañía. Un plato de pasta, una tarde de lluvia o cualquier conversación. El día que se publica esta newsletter, el 23 de junio, es la tortellata de San Giovanni. En Emilia Romagna hacen una receta mágica. Ya se sabe que es una noche singular. No es mala opción juntarse a pedirse deseos con quien más te apetezca.
Gregory Peck y Audrey Hepburn, brindando con champagne en la Piazza della Rotonda, mi favorita de la ciudad. Fotograma de ‘Vacaciones en Roma’.
Para que hables en el próximo Guateque…
El viaje: Vuelvo a recomendar un viaje, en este caso, el que acabo de hacer: Bolonia, Módena, Parma, Reggio Emilia y Rávena.
El libro: Me compré en la Feria del Libro Monterroso mon amour de Ilja Leonard Pfeijffer. Estuvo bien para leérmelo allí porque es cortito y se lee rápido, pero disfruté muchísimo más con Agatha Christie. ¿Alguna recomendación por aquí?
La canción: No es la canción del viaje, pero os recomiendo muchísimo este grupo: Pinguini Tattici Nucleare. Os voy a dejar una lista de reproducción de música italiana que hice para esos días en coche en la que hay este grupo y alguna cosa más.
Por cierto, entre newsletter y newsletter me puedes escribir y puedo también ayudarte con las asesorías de estilo que realizo. Un día os cuento más. Y gracias a los que me dejáis un mensaje e incluso me escribís por email. Vuestras palabras son puro oro. Ojalá hacer una tortellata todos juntos algún día.