Saudade
La semana pasada os hablaba de Saramago y me anotaba que quiero comprar ‘Viaje a Lisboa’, una de sus grandes obras. Bueno, yo os voy a contar mi maravilloso viaje a Oporto. Soy de esas personas que adora viajar, pero a veces, en el momento de hacerlo, me invade una ligera pereza. Como cuando los viernes, mientras te pintas labios te preguntas… ¿Y por qué voy a salir hoy? Luego lo acabas pasando bien. Somos así de raros. Lo dice Saramago:
“El sentir humano es una especie de caleidoscopio inestable”.
Era mi cuarta vez en la ciudad -iba a conocer un maravilloso hotel nuevo, cosas de trabajo- y en algunos momentos me daba la sensación de ser la primera. Es lo que ocurre cuando vuelves una década después. Oporto era otra y yo también, y me gustó verlo todo con otros ojos. Además, tuve la suerte de compartir travesía con un grupo de compañeros periodistas estupendos, y eso implicó de souvenir un cargamento de risas y buenos momentos. Todos ellos bajo el sol. Me sentí afortunada y fui muy consciente. Hay pocas sensaciones mejores que esa.
Disfruté de la ciudad, probé mi primer Bloody Mary, me dio un ataque de risa que me hizo llorar, flipé con el pulpo frito y brindamos mucho con vino verde. Tomé un ratito el sol de otoño y estrené unos pendientes vintage que compré en cinco minutos en una tienda de antigüedades, rozamos el cavpespre en el río Duero, brindamos -de nuevo- con Oporto, y probé mil platos portugueses que no había degustado en mi vida.
Mantuve conversaciones interesantísimas hasta la madrugada, desayuné en buena compañía -paso todas las mañanas sola- y de alguna manera, me volví a enamorar un poco de mi profesión -a pesar de la ansiedad de ir escribiendo artículos en cada rato libre que tenía-. Los viajes no son el destino o el lugar que pone en tu billete, son esas pequeñas cosas que suceden esos días y que lo hacen inolvidable.
En definitiva… Ahora siento el saudade del que hablan los portugueses, esa melancolía que invade el corazón, ese anhelo por lo pasado. Me hizo gracia que el sábado, al salir del Carrefour, tenía un señor portugués justo delante de mí, en la cola pagando. Dijo ‘Obrigado’. Y yo digo ‘obrigado’ vida… También.
Oporto desde el Puente Don Luis I…
Para que hables en el próximo Guateque…
La ciudad: Si no habéis ido a Oporto tenéis que hacerlo. Ha cambiado mucho desde hace cinco años y eso se nota. Me encantó redescubrirla.
El libro: Empecé a leer allí ‘Fuera de serie (Outliers)’ de Malcolm Gladwell, un libro que reflexiona sobre el éxito… Y las primeras páginas no están nada mal.
El bar: Probé la zapatilla del Bar Malos de Malasaña -como la del Melo’s de toda la vida, en Lavapiés- y me gustó. También sus bravas. ¿Lo malo? Que no tenían zumo de tomate. Nobody is perfect.