Sal y pimienta
El sábado, llegando a Fiumicino, vi un cartel con el fondo blanco y en él estaba escrito Roma, pero estaba tachado con una línea roja. Como cuando vas por una carretera pequeña y sales de un pueblo. Me hizo gracia ese cartel, en una ciudad como la capital italiana, con casi tres millones de habitantes. Roma me decía adiós, y me dio pena. La tristeza me duró poco cuando a los pocos metros, otro cartel de Roma, sin la línea roja, me daba la bienvenida de nuevo. Ya lo decía mi newsletter de hace una semanas: que todos los caminos nos llevan aquí.
A pesar de mi nombre, no me gusta en exceso volar. Pero cuando me monté en el avión de ida, sentí que volaba a casa. Jamás había estado en un avión tan tranquila. Escuché una hora de un podcast. Me leí una biografía de Chanel. Cuando llegué a la ciudad, era imposible no sonreír al mirar por la ventana. El destino final era el hotel Villa Agrippina, un magnífico oasis por el que pasé alguna vez por delante, hace casi 10 años, cuando mi barrio era el de al lado. Una de esas ocasiones, un domingo de resaca, pensé: “¿Te imaginas dormir ahí?”. Como es la vida. A veces cumple esos sueños guardados.
Roma me ha sorprendido teñida del color del Aperol Spritz. El otoño le sienta bien a la capital italiana, que se cubre de un manto del color del atardecer. Las calles están más vacías. El ritmo es más lento. Como las canciones italianas de los 50, 60 y 70. Como ‘L’Appuntamento’ de Ornella Vanoni.
En estos casi cuatro días en la ciudad han pasado muchas cosas. A una amiga le decía por un mensaje de voz que los mejores souvenirs de estos viajes son los aprendizajes y las experiencias vividas. Nunca sabes cuánto te van a servir. He aprendido la diferencia entre la parmigiana siciliana y la napolitana. Me han dicho que cualquier cosa a la napolitana lleva mucho más de todo, y está mucho más rico. También podemos aplicarlo a la vida. A la comida, al amor. Hagamos las cosas alla napolitana.
También he -re-descubierto que las camas de Meliá son las mejores del mundo. Que mi carbonara favorita desde ya es la de Luciano Monosilio. Que confirmo que una de las mejores vistas de la ciudad son las del Gianicolo. Que la piazza di Petra y el Salotto 42 siguen siendo mágicos. Que Roma siempre te puede sorprender con encuentros inesperados. Como el de Alessandro Michele, ex director de Gucci, tomando un café en la Via del Governo Vecchio. Casi nos hacemos una foto. También he descubierto rincones que no conocía, como la tienda de Gammarelli, la sartoria ecclesiastica por antonomasia de la ciudad, donde compran calcetines el Papa y los cardenales. Me llevé unos.
Roma siempre me hace feliz. Roma me hace sentir como la canción de Bruno Martino.
È bello visitar Parigi, d'autunno i tetti grigi
S'ammantano di rose e di violette
La testa gira come una roulette
Andare a Londra, a Rio o a New York
Volare a Mosca o al polo Nord
È bello studiar la geografia
Con l'aeroplano o con la fantasia
Ma quando torno a Roma, a casa mia
Io sento il cuor tremare dalla gioia
E parlo con la gente in allegria
E tutto ciò che ho visto sa di noia
Davanti a Roma mia…
Estos días me he reído mucho. He perdido la noción del tiempo, he desconectado de la realidad. Y he aprendido mucho y me he tatuado algunas lecciones. Dice mi amiga Cristina que hemos tenido un retiro periodístico. Podría decirse que sí. Natalia, una de las periodistas más divertidas que he conocido jamás, dijo algo que he escrito en una nota del iPhone: hay que salpimentar siempre la vida. Mirar el bright side, que decía Mr. A. Reírse siempre que se pueda. Buscar esa sensación que me deja siempre Roma, aunque esté en Madrid. Será por algo que una de las recetas más icónicas de la ciudad —cacio e pepe— lleva dos de estos ingredientes: Sal y pimienta.
Roma teñida del color del Aperol Spritz… incluso de noche
Para que hables en el próximo Guateque…
El libro: el libro que me leí en el avión me lo dejó mi amiga Cristina y se llama ‘Memorias de Coco’ y es de Louise de Vilmorin. Es una biografía inventada por la diseñadora. No está nada mal.
El restaurante: Me tomé un vaso de agua con vistas al Panteón en Fortunato al Pantheon y cumplí, un poquito, un sueño que tenía de siempre. Su pasta tenía buena pinta pero me decanté por una saltimbocca y unas patatas al romero que me encantaron. Es de los mismos que Armando al Pantheon. Para tu próxima visita a Roma.
La canción: Me encanta la letra de ‘Felicitá’ de Al Bano & Romina Power. È un bicchiere di vino con un panino, la felicità…
(Porque ya sabes que en los guateques se hablan de muchas cosas).