Estoy en crisis. Y este fin de semana no he dejado de sentir nostalgia. A falta de pisar una discoteca -ya no sé ni cuál está de moda en Madrid- me puse a bailar a Mystic en la cocina mientras sujetaba un vaso de agua. A la 1 y 10 de la mañana. Antes, que lucía toda la purpurina posible en la mirada… Ahora bailo en pijama, desmaquillada, y plana. Con 19 quemaba las pistas de baile con unos zapatos de tacón de más de doce centímetros. La torre de 1,90 era yo, bailando lo que ahora llaman reggaetón old school. ¿Y qué es entonces ‘Ritmo de la noche’? ¿Una canción vintage? Para eso hemos quedado.
Siento nostalgia por esas madrugadas universitarias, por esa angustia que aparecía al no tener plan el viernes -ahora lo pienso y no dejo de reír, por supuesto, siempre surgía algo-, por esas quedadas inesperadas con amigas que bien valen más que mil capítulos de Valeria -spoiler: nunca me gustó-. Madrid no nos deja improvisar y los amigos tienen cada vez más planes. O hijos. Y yo siento ligeramente esa presión por pasar a la siguiente fase cuando me siento demasiado joven para hacerlo. Oiga usted, que solo cumplo 33 este miércoles.
Paseando por Martínez Campos he visto a una pareja de un par de años más con cuatro retoños, en el supermercado el otro día dos niños gritaban agitando sus cromos -¿qué hacía yo un sábado por la tarde en el pasillo del tomate frito?-, de camino al gimnasio siempre me cruzo con una cola infantil a la salida del colegio… A mí me hablan de bebés y mi Instagram no deja de enseñarme videos extraños de embarazos cuando en mi lupa realmente solo hay Djs guapísimas -yo es que te juro que quiero ser como ellas- y hoteles de ensueño a los que quiero ir. Está claro: la vida me manda señales. Pero mi camino, o mis anhelos, son otros.
Y yo sufro porque la vida es corta, pero a la vez larga, quiero hacerlo todo y a la vez no hago nada… Y en mis sueños de juventud empiezan a asomar las telarañas y parece que mis próximos pasos se tiñen de rosa o de azul. O de amarillo, o de beige, o de la tonalidad que sea, que no hay que clasificar por el color. Yo veo el rosa pastel y pienso en el color de la temporada pero la gente de mi edad solo piensa en el baby boom porque es el color que se utiliza en una baby shower. O el gender reveal. Ya me pierdo con tantos anglicismos y con tantos planes.
Será que cumplo años en breves, que yo me aferro a las sudaderas -me gustan las de Anine Bing, Isabel Marant y Sporty & Rich - y a este corte de pelo que me da un aire infantil porque me abruma pasar a la siguiente fase. O que simplemente estoy cómoda con cómo estoy y no tengo que pasar a ninguna. Quiero escribir un libro, plantar un árbol… Y lo otro, pues ya llegará. Pero mientras tanto pienso en talleres de escritura, lleno mi librería con publicaciones nuevas y apunto en la lista lo que me quiero comprar para Sant Jordi. Por cierto, lo nuevo de Milena Busquets y Mi año de descanso y relajación de Ottessa Moshfegh. Sigo bailando en mi cocina con la skincare hecha -otro anglicismo que odio- y me meto en Skycanner para soñar con viajes de tanto en cuando. Paso Idealista como si fuera Tinder -ni lo uno ni lo otro, claro-, me meto en Zara Home a mirar posavasos… Soy una señora en muchos aspectos en mi vida, pero en otros… Oiga usted, todavía no he llegado tanto. ¿Será la crisis de la mediana edad? Ay, no sé. Pero al menos dicen que el 33 -me lo ha dicho mi amigo Álvaro- es un número mágico.
Audrey Hepburn, cantando nostálgica y con sudadera gris. Fotograma de la película Desayuno con diamantes.
Para que hables en el próximo Guateque…
La película: Volví a ver Orgullo y prejuicio. La empecé con mi madre y mi hermano el día de su cumpleaños… Y seguí. Volví a nuestro viaje por los Cotswolds y me entraron ganas de volver a leer a Jane Auster. Creo que se cumplen 20 años de la película. Qué maravilla de fotografía…
El restaurante: El equipo de Is Coming, una de mis firmas favoritas de moda, me invitó junto a un grupo de mujeres inspiradoras a comer en Trocadero Commodore. Os animo a que vayáis. Tiene un punto tropical interesante perfecto para esos días primaverales un poco grises.
El concierto: Vimos a nuestro amigo Marco Mezquida en la Fundación Juan March. 100 años de jazz en sus manos. Fue un lujo de viernes.
Por cierto, en mi lista de regalos de cumpleaños está una cámara fotográfica pero todo se me va de presupuesto, ¿alguna recomendación por aquí? Compartir es vivir.
Ah, y si te gustan mis asesorías de invitadas, te recuerdo que he lanzado una tienda online con todos mis servicios. Así me ayudáis con los viajes de Skyscanner. Cualquier duda, no dudes -valga la redundancia- en preguntarme por aquí.
En mi próxima newsletter tendré 33. Ya lo dice el título de la hoy… Esperemos que sea un año mágico.
Los 33: la edad de Cristo.
Resucitas y te reinventas.
O mueres y desapareces.
Es la edad del master reset, el salto de fe hacia eso que tanto amas.
Y si ya estás en el camino, míralo con otros ojos:
desde madurez, el alma quieta, y la certeza de saber por qué.
Éxitos, bonita.