El viernes subía una foto a mi perfil de Instagram en la que compartía que había sido una buena semana. Eran las cinco de la tarde, sentía chispitas en el corazón, y decidí compartir mi felicidad. Hubo gente que me escribió, algo que me alegró muchísimo. Entre ellas, mi amiga Alejandra, que siempre se regocija cuando tú sonríes, algo maravilloso. Mi respuesta a su comentario fue la siguiente: “nada extraordinario”. Pero me sentía bien. No había pasado nada del otro mundo esos días, pero yo me encontraba optimista, valoré lo sucedido y decidí compartirlo como si me hubiera tocado la lotería. ¿O es que la lotería no siempre tiene forma de boleto?
Me gusta saber que puedo alegrarme porque simplemente hace sol, porque puedo dormir 10 horas o porque valoro un plan de última hora con exposición incluida. Al final fue el momento en el que mejor me sentí del fin de semana. El corazón latía lento, por fin. Un simple paseo, leer un libro. Una fuente de patatas fritas, una siesta de domingo. El cartel bonito de un restaurante, un vino con vistas a Cibeles. Volver a Roma como si fuera la primera vez. El fin de semana.
Decía Josep Pla que le daba envidia los que viajan a Italia y aún no la conocen. Esa gente que siente el síndrome de Stendhal al conocer virgen el país -para mí- más bello del mundo. Y para Ignacio Peyró, que ha escrito una carta de amor en El País. ‘Déjelo todo y venga pronto a Italia’ se titula. Yo tengo la suerte de que la Ciudad Eterna siempre me sorprende como ese mes de mayo que la visité, con 14 años, una falda de vuelo y una camiseta roja. Quizá depende de nosotros. Al final es cuestión de cómo mires.
Pearl S. Buck decía: “La verdadera sabiduría de la vida consiste en ver lo extraordinario en lo común”.
Pero sé que no siempre pasa. A veces la oscuridad te llena el corazón como si se bajaran unas persianas. Y no hay manera. Por eso a veces no escribo por aquí, porque la inspiración se disipa como el humo. Porque no siempre encuentro del qué escribir. Pero las pequeñas cosas de la rutina, si eres consciente de ellas, te recuerdan que el hecho de abrir los ojos, de respirar, de poder hacerte un café -en taza grande, café de Colombia y dos cucharadas de azúcar moreno, por favor- y dedicarte a lo que te gusta… Son cosas maravillosas. La escritora estadounidense Pearl S. Buck decía: “La verdadera sabiduría de la vida consiste en ver lo extraordinario en lo común”. Quizá no ocurre nada extraordinario, no… Pero es que la vida, en sí, ya lo es.
No compre aquí, vendemos muy caro. Carteles de la ciudad, que cuando se descuelguen y se convierten en únicos, ya son extraordinarios.
Para que hables en el próximo Guateque…
El restaurante: Han abierto un Café de París en el antiguo Mazarino, en el madrileño Paseo de Eduardo Dato. Siempre me hace feliz una fuente de patatas.
La canción: He escuchado bastante esta semana ‘Signed, sealed, delivered (I’m Yours)’ de Stevie Wonder. La capté en la radio y desde entonces… Y en bucle.
La película: Fuimos al cine por San Valentín y vimos ‘Poor Things’, basada en el libro de Alasdair Gray y protagonizada por Emma Stone, que está sublime. Hay algunas cosas que no me gustaron, pero Mark Ruffalo está estupendo y el vestuario es, precisamente, extraordinario. Quizá la habéis visto, pero si no, entradas, palomitas y al cine.
Si te ha gustado El Guateque, compártelo. Y si te apetece escribirme, yo feliz.