Escribo esto en domingo, en una buhardilla de Menorca. Y observo todo mucho porque no sé si la próxima vez, lo que tenga a mi alrededor, estará igual. Cuando sabes que algo va a cambiar… te entran escalofríos. Aunque sea algo bueno. Saber que lo que estás viviendo es único e irrepetible, es la vida en sí, pero la vida también da vértigo. Quizá la próxima newsletter que escriba desde Menorca tenga unas vistas increíbles a la ciudad de Mahón. Un cambio así, sin duda, es bueno.
Esta semana han sido dos en una, han pasado tantas cosas que me da la sensación de haberme mudado a la isla. Y mira que el tiempo aquí pasa despacio, poc a poc, pero han sido unos días intensos y muy felices. E inolvidables. Hace un rato comíamos pizza y hablábamos -y cantábamos- posibles canciones de la boda. Los seis, padres incluidos. Y ayer decidíamos y votábamos cuál vino era el mejor. Y al final, lo importante, es que tenemos una razón para brindar.
Camino de Mahón, al atardecer, el cielo se teñía del color de las peonias, sonaba Jorge Drexler en el Fiat 500 y yo sonreía feliz. Porque estos días de momentos únicos e irrepetibles son una preludio de lo que vendrá. Si te ha gustado el sorbito del vino, imagínate cuando te tomes toda la copa. Es lo que me imagino en septiembre del año que viene. La botella -claro, después de más tiempo en barrica- sabrá aún mejor.
Estos días en Menorca me hacen reflexionar. Porque en un año ya nada será igual, o sí, pero está claro que lo que está sucediendo ahora no se volverá a repetir. No brindaremos por la boda, no soñaremos con lo que sucederá, no jugáremos a ver qué aperitivo gustará más, no habrá más planos de mesas, ni visitas a la finca ni pensar y repensar dónde colocaremos las barras del bar.
Probablemente se repetirán las comidas en familia, y si Dios quiere, habrá más gente alrededor, y habrá más momentos felices para brindar… Pero como estos, ninguno. Me da pena perder la buhardilla en la que tantos años he dormido, pero está claro que despertarse con vistas será mejor. Si al final es siempre eso, aunque de vértigo… lo mejor está por venir.
Y la luna me hablaba solo a mí, la luna me hablaba solo a mí…
Para que hables en el próximo Guateque…
El restaurante: He comido este fin de semana en Es Tast de Na Silvia, un coqueto restaurante de Ciutadella en el que he disfrutado de cada uno de los platos. Maravillosos canelones y berenjenas con almendras y pesto.
La visita: Casi siempre que viene alguien a la isla, vemos algún yacimiento talayótico. Hay prácticamente por toda Menorca. Hay playas preciosas, sí, pero también hay que disfrutar de los vestigios tan increíbles de la isla, que no hay en otro lugar del mundo, y que ya forman parte del Patrimonio Mundial.
La canción: Cuando iba mirando el atardecer, sonaba esta canción de Jorge Drexler, una de mis favoritas.
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La isla atrapa, sobretodo cuando la descubres en su esplendor calmado y sereno de la temporada baja. Como menorquina, es bonito descubrir a personas que se enamoran de Menorca y no solo de sus playas... Espero que la disfrutes mucho, que te sientas en casa, ¡y que sigas con tus cartas! Enhorabuena 😉